“No juzguéis” (Mt 7,1)
Felipe Santos, SDB
Hay dos formas de mirar a los demás.
Una es el juicio, otra es la gracia. El juicio
paraliza la vida, la gracia la recrea y la
embellece. No te acuestes hoy sin haber
mirado con amor a las personas y
acontecimientos del día.
Dejo en tus manos, Señor, las m vida de
los demás. Enséñame los caminos de la
ternura.
Este pasaje evangélico nos da a conocer que la
verdadera justicia viene de Dios. No tenemos
derecho a condenar al otro cuando ni siquiera
nos molestamos en mirar cuáles son nuestras
propias limitaciones y defectos. Primero
miremos la viga que tenemos en nuestro propio
ojo, para luego sacar la pelusa que tiene la otra
persona. Las actitudes de intolerancia e
incomprensión que muchas veces adoptamos
frente al pecado del otro, muestran la
incapacidad que tenemos de amar, de
perdonar, de ser misericordiosos como lo es
nuestro Padre del cielo. Quien ama ve las
caídas del hermano con ojos de amor y de
perdón. Quien aborrece al otro por su debilidad
muestra que en él no habita Dios. No se trata
de dejar pasar las cosas; sino que más bien se
trata de no condenar al que comete alguna
falta; de corregirlo fraternalmente con la
intención de que cambie de actitud y vuelva sus
ojos al Padre. Que el Señor no nos llame
“hipócritas” por nuestras actitudes
condenatorias. Más bien, que nos diga: “Éste
es mi hijo muy amado”.