“Id y proclamad que el reino de los cielos está
cerca” (Mt 10,7)
Felipe Santos, SDB
¿Quién puede detener la fuerza del viento? ¿Quién
puede poner diques al mar? ¿Quién puede retener el
crecimiento imparable de la semilla en la tierra?
¿Quién puede impedir que la belleza del Evangelio
llegue a todos los pueblos? Comienza tu jornada
sabiendo que tienes una hermosa tarea: anunciar el
Evangelio de Jesús. En tus tareas y relaciones,
puedes encender una luz.
Si las aguas torrenciales no pueden apagar el
amor, ni anegarlo los ríos, ¿dejaré yo que tu amor
se apolille en mi corazón?
Con la exhortación “Proclamen que el Reino está cerca”,
inicia este pasaje evangélico. Es la misión que tiene todo
cristiano. En la tarea de la evangelización existen unas
recomendaciones que no tienen otra intención más que dar
a conocer al discípulo de Cristo que tiene que ser una
persona , libre para la misión encargada. Esta libertad de
que tanto habló Jesús, irá llevando cada vez más a los
discípulos (a ti y a mí) a desprenderse de las cosas
materiales, de los títulos, cargos y puestos, sin mayores
posesiones que les esclavicen por el camino y que frenen
la misión. Y no hay que preocuparse por lo que hay que
comer o vestir, porque “todo trabajador tiene derecho a su
sustento”, y el Señor no abandona a sus queridos
servidores. Los verbos sanar, resucitar, limpiar y expulsar
indican que la misión es exigente, pero a la vez gratificante,
porque lo que hemos recibido gratis hay que darlo también
gratis. Fue lo que hizo Jesús, dando testimonio del Padre
en medio de todos, sanando, levantando, alimentando,
limpiando, resucitando.