DIOS ESCONDIDO
He buscado al Señor en la montaña
Que alza su testa altiva hacia los cielos.
Lo he buscado en el mar, de palpitante
Fragor y brazo inmenso.
He buscado al Señor en el abismo,
En las fieras tormentas, en el fuego.
Lo he buscado en la ubérrima campiña
Y el remoto desierto.
Interrogué de paso a las criaturas
Afanadas en busca de sustento.
Sus manos denotaban el cansancio,
Sus ojos desconsuelo.
Por Dios he preguntado al poderoso
Y al sabio de su ciencia pregonero.
Investigué tratados y doctrinas
Con denodado empeño.
Cuando quise tocarlo con mis manos
En el altar, toqué sólo el misterio.
Si pretendí escuchar su voz arcana,
Sólo escuché el silencio.
Felipe Santos, padrecito salesiano