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PERDÓN, PERDONAR
Pocas cosas resultan a los humanos más difíciles que perdonar o pedir perdón.
Tan difícil, que es propio y casi exclusivo de almas magnánimas, almas grandes
que no llevan una libreta de agravios para sacarla a relucir en el primera
oportunidad. Perdonar es propia de personas nobles, superiores, que raramente
ven malas intenciones en los demás y, por eso, no precisan pedir perdón porque
para ellos“ too er mundo e güeno “
Se distinguen en que siempre hablan bien de todo el mundo y “el mundo” les
corresponde con una sonrisa, una noble amistad y la misma moneda. Para la
inmensa mayoría que no acostumbra pedir perdón, existe una amplia
bibliografía donde se estudian los pros y los contras que conlleva el empeñarse
en “ mantenella y no enmendalla”
Pedir perdón requiere mucho valor, y sobre todo, el valor de más nobles quilates.
Es una lucha contra nuestros más fuertes y duros enemigos : la soberbia y el
amor propio que nos atenaza, pecados que no desaparecen sino un dia después
de nuestra muerte.
A nivel humano, las personas inteligentes y equilibradas suelen pedir
rápidamente perdón cuando han cometido un error. Pide perdón con rapidez,
naturalidad y reconociendo su falta con sinceridad. ¿ Quién no se equivoca?
Resultado: se acaba la guerra enseguida, se queda como un rey y no se pierden
las amistades.
Los católicos tenemos en el Nuevo Testamento la mejor de la Cartillas de
Instrucciones para guiarnos en nuestras relaciones sociales. En él viene la luz
para resolver todos nuestros problemas. La luz nos la da Cristo, las resoluciones
la deja para nosotros.
Para el Señor el perdón tiene tal valor que en el NT nos ha dejado palabras
insuperables sobre el mismo, Así:
En el Padre Nuestro, la única oración recomendada por Jesús nos manda:
“Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden” Condicin esencial es que oremos arrepentidos y que nosotros
perdonemos igual que nos perdonan.
El perdón está muy ligado al amor. A los hijos y a los seres queridos se les
perdona todo. Además el cristiano está obligado a perdonar a su prjimo “ por
amor a Dios “ ¿ Cuántas veces hay que perdonar?, pregunt, Pedro a Jesús,
¿Hasta siete veces ? ” No digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”
respondió Cristo. Es decir, siempre. Siempre que pidamos perdón arrepentidos y
restituyamos los daños causados.
Mateo nos recuerda el caso del Rey que: “… perdon una gran suma, por que se
lo pidió angustiado, a uno de sus súbditos. Sale este, ve a uno de sus deudores
que le debía una pequeñísima cantidad , le agarra por el cuello y lo mete en la
cárcel. Enterado el Rey lo llamó y le dijo: ¡Criado perverso, toda aquella deuda te
la perdoné porque me lo suplicaste!¿No debías tú que tener compasión de tu
compañero como yo la tuve de ti? E indignado, el rey lo entregó a los verdugos
hasta que pagara toda la deuda. Así os tratará mi Padre del cielo si no
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perdonáis de corazón cada uno a su hermano” . ¡Tremendo! No es solo
perdonar, el Señor nos exige perdonar, pero perdonar todo y de todo corazón.
El cristiano, a pesar de todos sus defectos humanos, lleva una marca en su alma
que garantiza la predisposició al amor y el perdón al prójimo. Si cae, se levanta,
pide perdón arrepentido y vuelve a empezar. En ningún país gobernado por
cristianos han tenido lugar las muertes, asesinatos, miserias, hambres,…que han
tenido lugar el siglo pasado en el mundo en todas las naciones que prescindieron
de Dios: Alemania, Rusia, China, Italia, ….Los terroristas, los extremistas de
cualquier tipo, en sus luchas, mueren odiando; los cristianos mueren amando y
perdonando.
La Iglesia no tiene más armas para defenderse que los Evangelios, el amor, el
perdón, la oración y la Eucaristía. Sin embargo, infunde un temor y una
aprensión terribles a sus enemigo. A pesar de no creer en Cristo, saben que
existe, que está vivo y que, al final, vence en todas las ocasiones.
Cierto que en nuestros días los “sin Dios” están acorralando y destruyendo a la
Iglesia de Cristo. ¡Vano empeño! Perderán la guerra, aunque ganen algunas
batallas y lleven a muchas almas al infierno. El diablo que los dirige, ya los tiene
cazados y metidos en su zurrón. La nobleza de la Iglesia a la que persiguen, se
“venga” , rogando al Seor “con todo su corazn” por el perdn y la conversin
de quines le persiguen e injurian.
A Cristo le bastó un sincero arrepentimiento, en el último minuto de la vida del
“buen ladrn”, para perdonarle. Igualmente elev al cielo la oracin, por quienes
le estaban crucificando. más estremecedora y divina de las que se conocen:
“Perdnalos Seor, porque no saben lo que hacen”
Mérida (España), 9 de mayo de 2011
Alejo Fernández Pérez
Alejo1926@gmail.com
http://www.autorescatolicos.org/alejofernandezperez.htm