5. LA LEVADURA
"El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que toma una mujer y
mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta" (Mt 13,33).
La referencia al fermento y la harina es de un gran realismo palestino; la
medida para los áridos, que ya testificaba San Jerónimo, era de uso corriente. San
Marcos sólo transmite la anterior, mientras que San Lucas las relata las dos ya
unidas.
En general, las amas de casa, que eran las que preparaban el pan,
empleaban para amasarlo restos de pan ya leudado, la llamada levadura; un
celemín (satón), aquí referido, contenía unos 13 litros; el tres (cf. simbolismo de los
números, Mt 1,17) recuerda el Gén 18,6: Cuando el Señor visitó a Abrahám, salió
este corriendo a la tienda en que estaba Sara y le dijo: “Anda rápido, amasa tres
sacos de flor de harina y cuece unos panes en el rescoldo”.
"Tres medidas de harina" es símbolo de tres fuerzas espirituales: La mente,
la voluntad y sentimiento, que sufren la transformación mediante la gracia de Dios.
La gracia ilumina la mente abriéndola a las verdades espirituales, fortalece la
voluntad para las acciones buenas, da paz y, llenando el alma de una luz de alegría,
purifica los sentimientos. Nada en la tierra se puede comparar con la gracia de
Dios: lo terrestre alimenta y fortalece el cuerpo, pero la gracia de Dios sustenta y
robustece el alma inmortal del hombre; es justamente esto por lo que se debe
apreciar la gracia de Dios sobre todas las cosas y estar siempre dispuesto a
sacrificarlo todo por ella.
El mismo Jesucristo es fermento para la humanidad, con sólo su predicación
y conducta, en tres años puso en la masa humana la levadura que había de
fermentar, cambiar las ideas y el modo de vivir de millones de hombres y crecer de
manera que de arbusto llegó a hacerse un árbol en que anidó el cristianismo a
través de los siglos, y no de forma débil y superficial, sino con arraigo consistente y
duradero.
La idea de la parábola es evidente, se trata de la energía que tiene el Reino
para hacer fermentar a todo este mundo. Es muy semejante a la anterior, parecen
colocadas de forma binaria en su exposición literaria; son muy parecidas en su
contenido y forma; hay algunos autores que apuntan que son en realidad dos
formas de redacción idénticas. Sin embargo hay diferencia temática y literaria; en
la otra, la de la Mostaza, se indica el hecho de la “universalidad”, lo que supone la
fuerza, el vigor para la expansión; en esta, se concreta más, se acusa más
directamente la energía, el vigor que tiene para la fermentación, para la extensión.
La motivación por la que el Maestro pronuncia estas dos parábolas pudo ser que vio
necesario afirmar el Reino, existencia que Él traía, totalmente distinto al que
aquella gente esperaba.
El aspecto más llamativo en ambas parábolas es el contraste existente entre
la situación inicial y el resultado final. Un grano de mostaza, semilla ínfima, puede
hacer surgir un árbol alto y grande, y lo mismo ocurre con la levadura que puede
hacer fermentar una gran cantidad de masa. Jesucristo por medio de estas
comparaciones expresa la presencia del Reino, que está viniendo, que ya se inicia,
que está empezando a llegar; todavía su presencia, su apariencia es germinal,
como una semilla, como la levadura, algo insignificante, pero lleva dentro de sí una
fuerza transformadora, que ha prendido ya en la historia y va a crecer de una
manera ya imparable.
Aunque la interpretación de Lucas se remonte a fuente distinta que la de
Marcos (cf. 3,1-6), el sentido de la parábola es el mismo y aún se aclara por otra
imagen: Por muy insignificantes que sean los comienzos del reino de Dios y muy
impotente su apariencia externa, tendrá, sin embargo, sorprendente propagación y
éxito insospechado.
Son estas dos parábolas respuesta a las dudas que nadaban especialmente
en el ambiente religioso de la polémica judeo-cristiana, objeciones de los que
andaban decepcionados porque no veían la llegada del reino que se les anunciaba.
Y es quizás muy posible que se intente resaltar, frente al brillo triunfal del Reino
esperado, que aquí la masa del fermento –Reino- se quedó escondida; tal vez el
Maestro buscara con ellas darles esperanza y suscitar el ánimo de sus discípulos.
¡Ánimo, no cabe el desanimarse! El Reino empieza siendo pequeño, pero crece y
crecerá y se hará alto y grande con grandiosa cosecha. Podrá presentar un fracaso,
pero será aparente, parecerá escondido y su presencia oculta, pero llegará seguro,
su realidad es completa y cierta; el resultado final del Reino es magnífico y
extraordinario.
A la idea de crecimiento, se añade ahora la de cambio interno. La levadura
se incrusta y forma parte del pan, y actúa dentro, impele el desarrollo y puede
operar el cambio de toda la masa que la absorbe, la inserta y la integra. El que
acepta el reino debe dejarlo todo, separarse de familia y del resto de los hombres,
ha de armarse de fuerza interior, entonces, se obrará el prodigio de renacer, de
cambiar la masa amorfa del ser en buena harina de buen trigo y mejor pan.
San Mateo, que ya tenía datos sobre el éxito y desarrollo del esfuerzo y
predicación cristianos en el mundo pagano, es muy posible que interpretara estas
parábolas, como un anuncio de la enorme y rápida difusión del Evangelio.
Camilo Valverde Mudarra