“Es el Señor” (Jn 21,8)
Felipe Santos, SDB
Jesús siempre llega de forma gratuita e inesperada.
No es uno más que llega. Su acento es único, las
señales de su amor están a la vista. El asombro
deja paso a la alegría. Acoge hoy a las personas que
vengan a ti y al final del día celebra en la oración
tantas visitas inesperadas de Jesús.
Con mi candil encendido te espero para llamarte ‘mi
Señor’ cuando llegues.
La presencia y actividad de Jesús es necesaria para que la
misión de la comunidad sea fecunda. Jesús está presente, no
como patrón que manda, sino como amigo que colabora con
los suyos y se pone a su servicio para dar fecundidad a su
esfuerzo. “Echen la red a la derecha y encontrarán pesca”. Tan
pronto como habla, la comunidad le reconoce. Necesita ella de
esa presencia que la siga iluminando y acompañando. El fruto
de la misión depende de la docilidad a la palabra de Jesús. Él
nos pide la decisión de seguirlo hasta dar la vida, y nos orienta
en el campo de nuestro trabajo. La misión cristiana, en unión
con Jesús, termina en la comunión del grupo con él en la
fracción del pan. En ella ofrece él su alimento -que es su
misma persona- y a él se agrega el aporte de los discípulos. En
la comunión de vida y misión se verifica la unión de la
comunidad con Jesús. ¿Confiamos nuestra vida y trabajo
misionero a la palabra eficaz de Jesús y a la fracción del pan?