“Vosotros sois testigos de esto” (Lc 24,48)
Felipe Santos, SDB
Hay personas que son testigos de paz y humildad,
de bondad y perdón, de solidaridad y lucha por la
justicia. ¿Será en la casa de estos pobres donde se
esconde Jesús? Vete hoy con los ojos abiertos. Si
encuentras a alguien que se parece a Jesús, detente
un rato y conversa con él.
Si te escondes en mi vida, Señor, ¿por qué te busco
fuera de ella?
La comunidad quiere estar segura de que Jesús resucitó y
de que no está viviendo ella una especie de falsa
sugestión. Igual que nosotros, ellos experimentan dudas,
temores, sentimientos de frustración y de derrota. Sin
embargo, el Resucitado no se “rinde”; es comprensivo con
sus discípulos y por eso recurre a la Escritura; les abre las
mentes para que entiendan; y come con ellos. Jesús
resucitado es el centro de la fe, el que cumple las
promesas de Dios y el que vive en el seno de una
comunidad convocada, reunida y dispuesta a vivir la
Palabra de Dios. La experiencia de la resurrección impulsa
a toda la comunidad a compartir sus dos grandes bienes:
La conversión, que es la transformación de la mentalidad
para recibir la acción de Dios, y el perdón de los pecados,
recobrando la capacidad de hacer el bien, de dar lo mejor
de nosotros mismos, de creer que la justicia es posible en
nuestra historia y de que el Resucitado nos hace libres para
amar y servir a los demás. Estamos plenamente seguros:
Jesús vive.