Como sería la parábola del buen Samaritano hoy?
En medio de los afanes del día llego a casa y de repente me abraza esta idea que se
desarrolla en mi cabeza”escribe hija mía, escribe”tu voz dulcísima me dice Estoy triste Padre,
porqué en este momento es que me pides esto?”porque es cuando más cerca estas de
mi”Perdóname Padrecito si te descuido en mis momentos de alegría, bien sabes que solo quiero
vivir contigo
Empiezo a escribirleo la parábola del buen Samaritanoy piensoCómo sería Señor hoy, en este
tiempo, esa parábola?, me la imagino así:
“Un hombre bajaba por la Ave. Lincoln hasta la 27 y cayó en manos de unos salteadores, amigos
del mal. Unos eran la droga y el vicio que le quitaron todo lo que tenia, otro era el sida y la
lujuria que dejaron todo su cuerpo mal herido y otros eran la soberbia y el orgullo que jugaron con
su voluntad y entre todos lo dejaron muy mal herido en el camino, le taparon las heridas y lo
dejaron como muerto.
Por esa misma avenida Lincoln casualmente bajaba un representante de la ley, respetado, que
con su celular en mano, estaba muy ocupado mandando mensajes, lo vió y tenia tanto que hacer
que siguió de largo. Asimismo, un joven, pasando cerca de la Lincoln lo vió y también pasó de
largo porque su vanidad era tanta, que no podía montarlo en su carro nuevo, no tenía tiempo para
El, tenía que pasearse varias veces más por la avenida para que lo vieran, no podía degradarse de
esa manera.
Pero un samaritano (un alma de Dios) que iba bajando la Lincoln paró su carro y llegó hasta él, y al
verlo se movió por compasión y acercándose le habló, le escuchó, no lo juzgó. No le llamó un taxi,
bien pudo hacerlo, sino que lo subió a su propio carro, lo llevó a un hotel y él mismo lo cuidó. Al
día siguiente, sacando dos mil pesos, se los dió al encargado del lobby y le dijo: Cuida de él,
mándele la comida a la habitación y lo que el pida de más te lo pagaré a mi vuelta mañana, ahora
me voy a trabajar.
El buen samaritano también pudo haber ido en carro público, se bajó y lo llevó junto con el en un
taxi que se lo pagó su tía cuando llegó a su casa, lo atendió y le dijo: ‘Tía Ana, cuídeme ese hombre
ahí, démele una buena sopa que cuando yo regrese se la pago’
Así sucesivamente, el buen samaritano NO TIENE QUE SER RICO, SOLO TIENE QUE DARSE, sea rico,
pobre, negro o blanco, quien tiene misericordia con el hermano, significa el que pone el corazón
en su miseria, sea en la soberbia que tiene el hermano, en la vanidad, en la vanaglorialas
adicciones, al juego, la bebida, la violenciatantos demonios que andan sueltos, que acaban con
la humanidad, que destruyen el alma del hombre.
El camino de la Lincoln no es más que el camino de la vida. Esa vida a la que estamos llamados
todos y cada uno de nosotros, esa vida de plenitud que el Padre quiere regalarnos y muchas veces
no conocemos por distraernos con el paisaje y las luces de fantasía. Porque nos asaltan tantas
cosas que quieren ocupar su lugar.
Señor, ayúdame a reconocer a cada moribundo, ayúdame a dar de mi lo suficiente como para
conducirlo de nuevo a ti. Ayúdame a darme no importa si tengo mucho o nada. Ayúdame a verte
en cada hermano que está a mi lado, en cada hermano del que paso cerca. Ayúdame a no pasar de
largo.
“Pues anda, le dijo entonces Jesús, y haz tú lo mismo".
Una hija muy amada de Dios,
Nathalie Romero de Grau
Parábola del buen samaritano
Entre los encuentros de esos días también los hay insidiosos. "Un doctor de la Ley se levantó y dijo
para tentarle: Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?"(Lc). La misma pregunta
que el joven rico, pero sin su ingenuidad. Jesús, que lee en los corazones, le contesta con la ley
que él bien conocía: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? Y éste le respondió: Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente,
y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Has respondido bien: haz esto y vivirás. Pero él,
queriendo justificarse, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?" Todo está escrito, pero resulta difícil
entender y se suceden las interpretaciones, algunas deforman el fondo, ponen limitaciones y
existe el peligro de no vivir lo más importante de la ley y lo que da sentido a todas las demás
prescripciones: amar a Dios plenamente, y a los hombres con ese mismo amor.
Y la pregunta, que había tenido su inicio en la insidia, va a ser ocasión de una de las más bellas
enseñanzas de Jesús dicha en forma de parábola: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó
en manos de unos salteadores que, después de haberle despojado, le cubrieron de heridas y se
marcharon, dejándolo medio muerto. Bajaba casualmente por el mismo camino un sacerdote; y,
viéndole, pasó de largo. Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, lo vio y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de camino llegó hasta él, y al verlo se movió a compasión, y
acercándose vendó sus heridas echando en ellas aceite y vino; lo hizo subir sobre su propia
cabalgadura, lo condujo a la posada y él mismo lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se
los dio al posadero y le dijo: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo daré a mi vuelta. ¿Cuál de
estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los salteadores? El le dijo:
El que tuvo misericordia con él. Pues anda, le dijo entonces Jesús, y haz tú lo mismo" (Lc).