“Jamás ha hablado nadie así” (Jn 7,46).
Felipe Santos, SDB
Mira el rostro de Jesús, rebosante de luz y de
palabras de vida. La gente sencilla lo tiene claro:
nadie ha hablado como El. La palabra de Jesús no
está encadenada. Junto a Él, tu vida cristiana se
fortalece. Él te descubre tu dignidad. Junto a Él
puedes tomar las más fuertes decisiones. Cuando
oras, la fe en ti se hace viva y los miedos se alejan.
Que tu Espíritu ponga al descubierto mis miedos,
mis heridas, mis cansancios, mis desconfianzas, y
me cure.
El Profeta Jesús se ha vuelto una amenaza para el poder y
los privilegios de los dirigentes, sostenidos sobre la base de
la injusticia y de la opresión. Tienen que matarlo y mandan
guardias a prenderlo. La violencia es la manera como los
poderosos responden tantas veces a la verdad y así
manifiestan el endurecimiento de su corazón. No pueden
tolerar su mensaje, porque si lo aceptan terminarían sus
situaciones de privilegio. La opinión del pueblo está
dividida. Jesús es signo de contradicción. El poder de su
palabra tiene una fuerza impresionante. Hasta los guardias
reconocen que “Jamás hombre alguno habló como este
hombre”. Lo que da fuerza y autoridad a la palabra de
Jesús no es un saber teórico, sino un conocimiento que
nace del Espíritu y está cargado con la fuerza del amor del
Padre y el servicio a la vida del pueblo. Esta es la base y
fundamento de esa nueva sociedad que Jesús llamaba el
Reino de Dios. -- ¿Cómo resuena la palabra de Jesús en
nuestras vidas? ¿Nos dejamos transformar por ella o
endurecemos el corazón?