VÍA CRUCIS BREVE
Es una tradición muy antigua e importante rezar el Vía crucis
todos los días
durante la cuaresma.
Que este ejercicio espiritual de grande arraigo en la piedad de la
Iglesia,
reavive en nuestras mentes y en nuestros corazones la
contemplación de los
momentos supremos de la entrega de Cristo por nuestra
Redención, propiciando
actitudes íntimas y cordiales de compunción de corazón,
confianza, gratitud,
generosidad e identificación con Cristo.
Oración Preparatoria
Servirte, Jesús mío, es subir contigo la pendiente del Calvario.
Tu Pasión debe
prolongarse en tus servidores. La vida cristiana es una
inmolación.
¡Enamorado de la Cruz, quiero que mi vida sea, en tu unión, un
Vía-Crucis
continuado; quiero seguir, paso a paso, tus huellas sangrientas;
quiero saborear
todas las tristezas que amargaron tu Corazón!
Cuando llegado al término de esa vía regia y dolorosa, vea que
tu moribundo
rostro se inclina sobre mí, guardaré en el fondo de mi alma esa
impresión, dulce
y sangrienta, de tu Faz adorable. Entonces mi vida cambiará de
aspecto. Ya no
contemplaré más la tierra. Mis ojos se levantarán aun por
encima del Calvario,
ahí donde tus miradas moribundas buscaron y encontraron la
gloria de tu Padre
satisfecha.
¡Dios mío, contempla el rostro del Señor, tu Cristo, y luego mira
más abajo, y
ten piedad de mí! Así sea.
I Estación. Jesús calumniado por falsos testigos, desamparado
de los suyos,
despreciado de todos, es condenado a muerte.
Jesús callaba. ¡Oh silencio de Jesús calumniado y perseguido,
enséñame a callar,
enséñame a sufrir en silencio!
II Estación. Jesús toma sobre sus hombros, con mucho amor, la
cruz donde va a
expiar mis pecados y emprende el camino del Calvario.
¡Oh Jesús, enséñame a comprender tus palabras: “Si alguno
quiere venir en pos de
mí, que tome su cruz…”!
III Estación. Jesús no puede más; las fuerzas lo traicionan,
vacila y cae.
¡Que la humillación de tus caídas, Oh Verbo Encarnado, anime
mis desalientos!
IV Estación. Jesús encuentra a su Santísima Madre. En las
lágrimas de María, en
la ternura de sus miradas y en el amor sin medida de su
corazón maternal, Jesús
encuentra algún alivio a sus dolores.
¡Oh, María, cuyo corazón tan puro y tan amante fue capaz de
consolar y
fortalecer al Hombre Dios en el camino del Calvario, mira mi
debilidad y, en
medio de mis penas, no apartes de mí esa mirada de madre que
aligera el peso de
toda cruz!
V Estación. Simón de Cirene ayuda a nuestro Señor a llevar la
cruz.
¡Oh Jesús, Tú eres el divino cireneo que sostiene nuestra
flaqueza y nos ayuda a
llevar la cruz de nuestros dolores!
VI Estación. La divina Faz de Jesús, desfigurada con tantos
golpes, cubierta de
salivas, bañada de lágrimas y sangre, conmueve el corazón de
una mujer que con
un lienzo la enjuga amorosamente.
¡Oh Jesús, graba en mi corazón el recuerdo constante de tus
dolores!
VII Estación. El Señor, bajo el peso abrumador de la cruz, cae
por segunda vez.
¡Oh paciencia de Jesús, que no te cansen mis constantes
recaídas!
VIII Estación. Jesús, que recibió agradecido la compañía de
María y la caridad
de la Verónica, no acepta la vana compasión de las hijas de
Jerusalén.
Enséñame, Oh Jesús, que las ignominias del Calvario valen mil
veces más que
todos los honores de la tierra.
IX Estación. Jesús cae una vez más.
La humillación en el sufrimiento, la debilidad, el abatimiento en
los momentos
supremos, no aparecer valiente y esforzado en el suplicio para
que los hombres
nos desprecien todavía más… He ahí lo que caracteriza la
verdadera cruz de
Cristo. ¡Oh verdadera cruz del Calvario, si alguna vez tengo la
dicha de que
seas mi herencia, yo te bendeciré desde el fondo de mi corazón
abatido y
despreciado de todos!
X Estación. Llegados por fin al Calvario, manos sacrílegas
despojaron a Jesús de
sus vestiduras.
¡Oh Jesús, despojado de todo por mi amor, haz que me
desprenda por tu amor de
todas las criaturas, para que Tú seas mi único Tesoro!
XI Estación. Clavan las manos y los pies de Jesús y lo levantan
en alto.
¡Oh Jesús, que sin murmurar una queja te dejaste clavar en la
cruz, concédeme
que participe de tu sublime paz en el sacrificio, de tu serenidad
en el dolor!
XII Estación. El rostro del Señor, velado por una palidez mortal,
se inclina
suavemente. Su pecho se levanta y deja escapar distintamente
el último suspiro.
¡Oh Señor, desde ahora acepto con toda mi voluntad el género
de muerte que te
plazca enviarme! La acepto con todas sus angustias, penas y
dolores; la acepto
en unión de la tuya y como consumación de mi sacrificio sobre
la tierra.
XIII Estación. Desclavan el cuerpo de Jesús y lo reciben los
brazos de María.
Sobre la tierra todo sufrimiento tiene su fin, mas la recompensa
es eterna. ¡Oh
Jesús, descansando de tus dolores en los brazos de tu Santísima
Madre, como en
los años de tu infancia, haz que en mis penas y trabajos mi
descanso sea
arrojarme, con un abandono filial, en los brazos de María!
XIV Estación. Sepultan a Jesús y María queda sola sobre la
tierra.
¡Oh Madre mía, permíteme que te acompañe en tus dolores y
enséñame a comprender
y consolar el desamparo de tu soledad y la amargura de tus
lágrimas!
Oración final
Señor, si está abierto ese Corazón que yo he herido con mi
ingratitud, es para
hacer brotar de ahí un río inagotable de amor y de perdón.
En el temor de tu justicia, en los remordimientos de mi
conciencia, en mis
caídas y desfallecimientos, en mis penas y trabajos, busco un
asilo donde pueda
encontrar tu perdón, amparo y consuelo.
¡Corazón de Jesús, Corazón abierto; Corazón herido, Corazón
profundo! ¡En el
abismo de tus dolores quiero ocultarme, y como el grano de
arena perdido en la
inmensidad del océano, quiero perderme para siempre en el
seno infinito de tu
misericordia!
En la herida de tu pecho, ocúltame, Señor. Así sea