“No he venido a abolir la ley o los profetas,
sino a dar plenitud” (Mt 5,17).
Felipe Santos, SDB
Acoge al Espíritu que se manifiesta de forma
multicolor a lo largo y ancho del mundo en la
plenitud en Jesús. Mira tu vida con ojos de plenitud.
No quites lo que te molesta de los demás, míralos
con belleza. Jesús es tu plenitud. Salta de gozo.
La oración es recibir plenitud de amor. La oración es
amar gratuitamente.
Testimonio y proclamación, cumplimiento y enseñanza, son las
dos caras de la misma moneda del evangelio del Reino de Dios.
El anuncio y la llegada del Reino fue el centro del mensaje de
Jesús. Por él vivió, habló, hizo milagros, rezó, lloró, se alegró,
discutió, juntó discípulos, expuso la vida, le arrestaron, le
condenaron y le asesinaron. El Reino fue su razón de ser y de
vivir. La Ley del Reino lleva a plenitud la Ley de Moisés,
declarando felices a los pobres, los que lloran, los necesitados de
amor, pan y justicia. Jesús no achica las exigencias de la Ley, sino
que libera a la Ley de su carga de exclusión y la transforma en
plataforma para poder amar más y mejor. Para quien ama como
Jesús toda ley ha caducado, porque el amor la ha llevado a
plenitud. ¿Qué ley obligaba a la Madre Teresa de Calcuta a una
solidaridad “hasta que duela”, como ella decía? La ley del amor.
En cambio, para quien no ama todo servicio es carga y hace falta
la ley que lo obligue. No es cuestión de ley sí o ley no. Es
cuestión de amor o de ausencia amor .