La cuaresma, tiempo para volver a Jesús
El cirujano y el niño
Pbro. José Martínez Colín
Sucedió en el consultorio de un doctor adonde acudieron unos
padres con José Pablo, su hijo pequeño.
“Mañana en la mañana abriré tu corazón”, le explicaba el
cirujano a José Pablo. El niño lo interrumpió: “¿Usted encontrará a
Jesús allí?”
El cirujano se quedó mirándolo y continuó: “Cortaré una pared
de tu corazón para ver el daño completo”.
“Pero cuando abra mi corazón, ¿encontrará a Jesús ahí?”,
volvió a interrumpir el niño.
El cirujano se volvió hacia los padres, quienes estaban
sentados tranquilamente, como pidiéndoles que lo dejaran
continuar.
“Cuando haya visto todo el daño allí, planearemos lo que
sigue…”.
“Pero, ¿usted encontrará a Jesús en mi corazón? La Biblia bien
claro dice que Él vive allí. Las alabanzas dicen que Él vive allí....
¡Entonces será usted el primero que vea a Jesús en mi corazón!”
decía con alegría José Pablo.
El cirujano pensó que era suficiente y quiso terminar: “Te diré
qué encontraré en tu corazón: Encontraré músculo dañado, baja
respuesta de glóbulos rojos, y debilidad en las paredes y vasos. Y
aparte me daré cuenta si te podemos ayudar o no.”
José Pablo veía entusiasmado al cirujano: “¿Pero encontrará a
Jesús allí también? Es su hogar, Él vive allí, siempre está conmigo.”
El cirujano no toleró más los insistentes comentarios, se
levantó, despidió de los padres del niño y se fue.
Enseguida, sentado frente a su escritorio, procedió a grabar el
diagnóstico: “Aorta dañada, vena pulmonar deteriorada,
degeneración muscular cardiaca masiva. Sin posibilidades de
trasplante... Terapia: analgésicos y reposo absoluto. Pronóstico: -en
tono triste dijo- muerte en unos meses”. Entonces detuvo la
grabadora, y se preguntó: “Pero, ¿por qué? ¿por qué le hiciste esto
al niño? Tú lo pusiste aquí con ese dolor y lo has sentenciado a una
muerte temprana. ¿Por qué?
De pronto, Dios nuestro Señor le contestó:
“El niño, mi oveja, ya no pertenecerá a tu rebaño porque él es
parte del mío y conmigo estará toda la eternidad. Aquí en el cielo,
ya no tendrá ningún dolor, será confortado de una manera
inimaginable para ti. Sus padres un día se unirán con él, conocerán
la paz y la armonía juntos en mi reino”.
El cirujano empezó a llorar, pero aun con más rencor replicó:
“Tú creaste a este muchacho y su corazón ¿Para qué? ¿Para que
muera dentro de unos meses?”
El Señor le respondió: “Porque es buen tiempo de que regrese
a su rebaño, su tarea en la tierra ya la cumplió. Hace unos años
envié una oveja mía con grandes dones para ser doctor y para que
ayudara a sus hermanos, pero con tanta ciencia se olvidó de su
Creador. Así que envié a mi otra oveja, a José Pablo, enfermo, para
que regresara a mí aquella amada oveja perdida hace tanto
tiempo.”
El cirujano comprendió y lloró inconsolablemente.
Días después, luego de la cirugía, el doctor llegó y se sentó a
un lado de la cama del niño.
José Pablo despertó y murmurando preguntó: “¿Abrió mi
corazón?” El cirujano le dijo: “Si, lo abrí”. Y preguntó con ilusión el
niño: “Qué encontró ahí”. El doctor con voz que parecía más un
sollozo le respondió: “Tenías razón, ahí es donde encontré a Jesús.”
Dios tiene muchas maneras y formas diferentes para que
regresemos a su lado. En la Cuaresma la Iglesia nos propone volver
al Señor, aprovechémosla.
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