El Cofre de las canicas

Autor:  Diácono Lorenzo Brizzio 

 


 

Hace muchos años, en un hogar de un pueblito, nació un niño a quien sus padres llamaron Felipe, creció el niño hasta cumplir casi diez años, aconteció por entonces en aquel pueblo una epidemia que cobro la vida de muchos seres, entre ellos los padres de Felipe.

Felipe fue recogido por los monjes del convento cercano, llevó Felipe entre sus pertenencias un cofre de madera.

El pasar del tiempo hizo de Felipe un mozo, que generoso se ofreció al servicio de los monjes, la vida junto a ellos lo formo con un carácter generoso, amable y servicial para todos los que llegaban en busca de ayuda, dolencias, carencias o necesidades simples.  

Todos se retiraban con una canica de color, pero a pesar de tantas entregadas el cofre tenía disponibles otras, a los monjes les llamo la atención, más nada preguntaron.

Cuando Felipe tenía casi veinte años, un día en el poblado, un par de ojos azules se cruzaron con los negros suyos, el corazón de Felipe latió con fuerza y desde ese día procuro saber de la dueña de aquellos azules ojos. Ella era la hija del dueño de la curtiembre, su nombre Eugenia, tenía casi su edad, Felipe busco el modo de acercarse a la joven, ésta también tenía sus ojos puestos en Felipe. Solo fue cuestión de que pasara el tiempo, un año después se llevaron a cabo los esponsales. Tres años después Eugenia y Felipe eran padres de dos niños.

Ello no cambio la caridad y bondad de Felipe para los demás, su esposa lo alentaba y ayudaba, después del nacimiento de su tercer hijo, una hija a quien llamaron Laura.

Más de pronto un día Felipe enfermo de rara enfermedad, nadie comprendía que aquel cuerpo no tuviera fortaleza en sus miembros, como si alguien le quitara el deseo de vivir. Eugenia descubrió que el cofre de las canicas estaba vació, llamo a los monjes, éstos hablaron con Felipe pero nada pudieron lograr de él, salvo que el cofre guardaba un secreto, solo se abría al pronunciarse dos palabras y que las canicas sacadas por raro designio eran devueltas, él hacía un tiempo que notaba que el cofre se vaciaba con cada entrega que hacía, Felipe tomo eso como designio de Dios.

Los monjes no aceptaron esa explicación como causa de su mal, pero ese día recibieron sorpresivamente la visita del Superior de la Congregación y la de un médico que venía a visitar la aldea y llevar de allí la situación sanitaria. A pedido de los monjes y después de poner al tanto de la vida y la rara enfermedad de Felipe, fueron los visitantes a verlo.

 

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Largas horas, en especial para Eugenia, fueron de espera ya la tarde daba paso al crepúsculo cuando se abrió la puerta y aquellos hombres invitaron a Eugenia y a los Monjes a pasar, ellos les dijeron que Felipe estaba sano, su enfermedad consistía en un desgaste desproporcionado de su cuerpo y su mente, al ofrecerse a si mismo por el bien de los demás, no podían ellos comprender el misterio del cofre, él se abría solo cuando Felipe pronunciaba aquellas dos palabras: “Padre Perdónalos”

Para el Abad, lo de Felipe era causa del mal uso que él hiciera de un bien dado por Dios a sus padres, sin conciencia y pensando solo en hacer el bien Felipe se olvido de si mismo, ahora Dios le mostraba que no se debe tomar un bien de Dios como propio. Dijo el médico que eso ha hecho que las fuerzas físicas como espirituales, se agotaran de manera que su organismo no pudiera restablecerlas, ellos habían tratado de que Felipe comprendiera eso, dejándolo solo fueron al comedor donde Eugenia con la ayuda de vecinos habían preparado un mesa para restablecer con una buena comida el desgaste de propios y extranjeros.

Mientras tanto en su lecho Felipe recibía la visita de un ser divino que le dijo: “Felipe, has ofrendado tus fuerzas a los necesitados, pero cometiste el pecado de sentirte que tu solo podrías hacerlo, hoy Dios te muestra que nadie tiene derecho de sentirse superior por si mismo. Dios quiere que le sigas sirviendo, como hasta hoy, por eso las canicas volverán al cofre, desde ahora cuando hagas el bien, humíllate ante Él y pídele que te libre de la soberbia”

Luego cuando entraron los monjes seguidos de Eugenia, el Abad y el médico encontraron a Felipe, rezando de hinojos, guardaron silencio y al terminar Felipe su ofrenda a Dios, les narro brevemente lo acontecido. El silencio producido en la habitación fue roto por la voz de Eugenia cuando alerto: “Miren el cofre esta lleno”

 

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Felipe vivió muchos años, y ya solo sin Eugenia, rodeado de sus hijos hacía el bien y procuraba no errar como anteriormente, periódicamente se retiraba a descansar y a orar, el cofre de las canicas está en la Parroquia de los Monjes, nadie pudo nunca abrirla, porque las palabras a pronunciar eran ahora: Gracias Dios Mío…

 

Este escrito tiene como reflexión final y personal: Nadie es superior a nadie, y creer que si, se puede caer en la tentación de hacerlo todo uno solo, y uno no es si no un minúsculo ser, y Él hace con uno lo que es necesario para que se cumpla su voluntad, pero cuando queremos hacer nuestra voluntad, aún haciendo el bien, ofendemos al amor que Dios nos dio…

 

Feliz aquel que en este tiempo de gracia: El Adviento, consigue abrirle al niño que nacerá.

             ÉL ESPERA QUE ESTE PESEBRE SEA TU CORAZÓN     

 

                                                                                                               Lorenzo 05/12/2012