La Cruz y mis ojos

Autor:  Diácono Lorenzo Brizzio 

 


 

Fue por mi pecado que al abrir mis ojos,
allí te encontré, mi buen Jesús.
Allí estabas tú..., en cruz fijado con cinco clavos,
y en mi retina té quedas y aumenta mi espanto de pecador.

No pueden mis ojos cerrarse aunque lo quiera yo,
y las lagrimas que brotar quieren, se quedan allí contenidas,
escucho tu voz, llamándome por mi nombre...
y yo cual si fuera el seco madero de mi propia cruz, tieso estoy.

Siento que he de morir en mi cruz, a causa de mi pecado.
Tú, desprendiendo de la cruz, tu brazo, me das tu Bendición,
por ese simple gesto de tu gran amor, la rigidez abandona mi cuerpo,
y todo el peso de mi angustia dobla mis rodillas...
cayendo de hinojos, sueltan mis ojos el raudal de mis lagrimas.

Lagrimas que por tu gracia, ¡oh! buen Jesús lavan mis pecados,
y sin yo merecerlo, tú has sanado mi alma y aliviado el peso de mi cruz.
Todo ello tan solo por la gracia que me has concedido en tu Bendición.
Ahora mis ojos secos de lágrimas no te tienen en la retina,
y te veo ahora Jesús, ya no en la cruz, sino de rodillas junto a mí.

Gracias Jesús por tu Cruz, gracias por tu perdón...

                                                                                 lorenzo 22/04/2005