Nacer

Autor:  Diácono Lorenzo Brizzio

 

 

“Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra,
le insuflo en sus narices un hálito de vida y así llego
a ser el hombre un ser viviente” (Gn. 2, 7)

Creado por Dios, concebido en seno materno, el hombre llega a la vida.
Parido nace a este mundo donde se debe desarrollar su existencia,
él no es cuerpo tan solo, él es cuerpo y alma, el alma es para Dios, el cuerpo para la tierra.
Crece el hombre:
Bebé…, niño…, adolescente…, joven…, adulto…, anciano…
Según pasan los años y va creciendo, vive para sí, vive para ellos, vive para Dios,
y tanto se aferra a este mundo que busca con ahínco la felicidad eterna…
Pero esa felicidad está allí, junto al Padre celestial que nos espera a todos.

Si uno observa un manzano, podrá descubrir que después de florecer, y al cuajar…
aparecen frutos, algunos caen desde pequeños, otros al crecer y otros maduran.
Así también el hombre nace pero desconoce su longevidad en este mundo,
pero si sabe que volverá al Padre, lo difícil es el dejar esta realidad, esta vida.

Que bien aquel que acepta la vida tal cual es, y acepta sus tiempos y sus penurias…
sus alegrías y sus obras de bien, y reconoce que también fue pecador en su tiempo,
pero acepto hacer su confesión y recibió su perdón que es la llave de la Vida Eterna.
Feli z de aquel que cree en Dios y por él en sus mandamientos, y creyendo los cumple.

El dolor por un ser querido que se ha ido a la casa del Padre, siempre es grande…
Pero el creyente tiene su confianza puesta en Dios y la esperanza dada por él,
le permite elevar por el alma de aquel que ya no está, oraciones…
y sabe que cuenta con un intercesor válido ante Dios para sus necesidades.

Nacer, vivir, morir…, morir no es, si no nacer a la vida eterna prometida por Dios.

lorenzo 03/08/2007