¿Cómo veo yo la Pascua?

Autor:  Diácono Lorenzo Brizzio

 

 

Domingo de Pascua, día donde se unen la Navidad y la Resurrección, día donde se abren las puertas.
Así después de una preparación durante el adviento, se vive la Natividad del Salvador, plena de gozo, alegría y esperanza, la Liturgia nos prepara durante un breve tiempo para afrontar el “gran desafío”, la cuaresma, durante ella uno de prepara dignamente, con ayunos, abstinencias y reconciliación, a vivir la Semana Mayor, durante la cual se vive la Pasión de aquel que nació en Belén, y el sábado en la vigilia Pascual, vuelve el coro de de aquel veinticuatro de diciembre a prorrumpir, ahora anunciando la resurrección de aquel nació de María virgen, y que por nuestros pecados murió en la Cruz.
Allí se hace realidad el Credo, la fe que yo profeso, allí se cierra casi el circulo, pero que Dios hace de ese cierre, la apertura de las puertas del Cielo, por Él, por Jesús el Salvador, por el Cristo crucificado, el hombre obtiene por gracia y misericordia de Dios, creyendo en lo que se reza, El Credo, la salvación eterna, el paso de la vida muerta por el pecado, a la vida plena de gracia por la sangre derramada en la CRUZ.

Más Dios le da al hombre, en particular a mí, un tiempo extra, que la Iglesia llama tiempo Pascual, en este tiempo, es donde Jesús se hace visible a aquellos, sus discípulos y les entrega la “Siete Maravillas” que son los Sacramentos, acción de gracias en signos sensibles para que el hombre permanezca, a pesar de sus debilidades, en gracia con Dios.
Así el Bautismo nos hace hijos de Dios, hermano de Jesús y templo del Espíritu Santo, y hermanos entre los Bautizados.
El Sacramento que confirma lo que soy, Hijo de Dios, la Iglesia le da el nombre de Confirmación.
El Sacramento que restituye al hombre abatido por el pecado, cuando éste reconoce su pecado, muestra su arrepentimiento, procura enmendar su falta, y ante Jesús, que se hace visible en el sacerdote, busca de Dios su perdón, la Iglesia de la el nombre de Confesión – Reconciliación.
El amor se hace crisol de vida en dos seres unidos ante Dios, y Él, lo perfecciona cuando ellos buscan sellar por su fe, ante el Altar, el amor de Dios acrisolado en dos corazones que dejaran de ser dos para ser tan solo uno, el Sacramento del matrimonio, hace indisoluble ese amor de Dios entre dos seres que han pedido a su Dios que los bendiga.
Cuando el alma enferma a causa del pecado, la salud es restablecida por Dios, en el Sacramento de la reconciliación, cuando el cuerpo enferma, de Dios nos viene el auxilio, para volver a tener concordia de cuerpo y alma, es el Sacramento de la Sagrada Unción, bálsamo con el que Dios fortalece al enfermo, para que pueda llevar, al igual que Jesús, la pesada Cruz del dolor, sin apartarse de su fe, confiando en Dios y así, buscar con serenidad y paz la voluntad de Dios, como lo hizo su Hijo, camino a la Cruz, es aquí donde la Esperanza, virtud teologal dada por Dios en el Bautismo se hace presente.
Y Dios quiere que el hombre se salve por el hombre, allí radica la Fe recibida en el Bautismo, por esa fe reconocemos la presencia de Dios en el ministro consagrado, Obispo, Sacerdote, Diácono, quienes en nombre de Dios, por Jesús, con gracia del Espíritu Santo, celebran los Sacramentos dando así vida y salvación a los fieles de Dios renacidos por el Bautismo, aquí se hace visible la virtud teologal del Bautismo, la virtud de la Caridad, un hombre tomado por Dios de entre sus hijos, deja de sí mucho para servir al Señor, tal lo hicieron los primeros discípulos de Jesús, allí en Galilea. En el hombre común la Caridad se hace visible cuando deja parte de sí, para ayudar a su prójimo, que es su hermano en Cristo.
Todos estos Sacramentos no lo serían si Jesús, no hubiera muerto y resucitado, y todos ellos son en función del SACRAMENTO de los Sacramentos, la SAGRADA EUCARISTÍA, en el, Jesús se encuentra en Cuerpo, Alma, Vida y Divinidad, visible en un pedazo de pan ácimo y un poco de vino.
Él se manifiesta por nuestra fe vivo y presente en cada Sacramento, pero solo visible por la Fe nacida de nuestro Bautismo y dada por Dios a todos, para que quienes creyendo que su Hijo el Señor está ahí, se salve, “el que no crea se condenara” (Mc. 16, 16b)

Pascua tiempo que con la Ascensión del Señor a los cielos se completa el CREDO, y después Dios al vivir yo, mi Fe en ese CREDO que reafirmo en el Amén, -creo y vivo todo cuanto he profesado- puedo seguir mi camino rumbo a la gloria eterna que solo me puede quitar el pecado, a quien la Cruz venció aquel viernes Santo y destruyo definitivamente Jesús al resucitar de entre los muertos el domingo de gloria, el domingo de Resurrección.
Así veo, vivo y profeso yo la Pascua, tú, ¿Cómo la vez, vives y profesas?