El paso de los años

Autor:  Diácono Lorenzo Brizzio

 

 

El paso de los años: Cuando estos se cuentan en años de vida, puede significar una o varias cosas.
En mi caso al llegar a escribir esto, significó: Primero que he vivido ya muchos años y doy gracias por ello: Segundo que esos años vividos me han dado sabiduría, para comprender que ya no puedo hacer, muchas cosas que antes hacía.
Por lo primero he experimentado el gusto de los años vividos, que igual al buen vino, le dio sabor a mis días, que igual a la noble madera estacionada, me dio fortaleza y resistencia en los embates del tiempo, que por esos años vivido he aprendido que la fe da seguridad y serenidad, que las convicciones deben ser respetadas por uno, con firmeza, el tiempo vivido me ha permitido comprobar eso.
Por lo segundo, los años vividos me dotaron de la sabiduría de la vida, hoy puedo por eso ser más comprensible con los demás, pero lo más importante, es ser comprensible conmigo y así no castigar mi cuerpo sin razón, aquellas cosas que siendo joven podía hacer con simpleza, hoy la sabiduría de los años me dicen que debo ser prudente y que muchas de ellas ya no debo realizarlas para no poner en riego la integridad de mi cuerpo, pero cuando con prudencia encaro alguna de esa tareas y las realizo, es para mi como
beber una copa de un buen vino, esa sensación no la experimentaba antes, hoy descubro, por no haberlas sentido entonces, cuanto de bueno me perdí.
Hoy en la quietud natural del tiempo corporal, puedo vivir y gozar de tantas otras cosas que pasaron por mi vida sin sentido: Un atardecer, un plenilunio, una oscura noche de novilunio cuando el cielo añil me regala mil y una estrella, un amanecer en el que descubro por la luz las formas de todo lo que rodea y que antes de ella, todo era una masa de sombras.
El plantar un árbol o una rosa, y día a día experimentar como la sabia naturaleza, les prodiga a ellas, al igual que a mí, el paso de los días…, y así ver como aquel azahar se va transformando en una naranja, o aquel simple e insipiente botón que se manifiesta en el rosal, se va transformando en un pimpollo lleno de vida, igual que ese ser que se va gestando en un seno materno, y de pronto un día se transforma en la más bella de la flores de mi jardín, que ni la propia planta podrá reproducir una igual.

La sabiduría de los años me regalan también el saber valorar un beso del ser amado, una caricia, un te quiero, un te amo, que le dan a mis días el sustento para rejuvenecer el alma y alegrar el corazón.

El paso de los años también trajeron a mi vida el cansancio cada vez mayor al cabo de una jornada de trabajo, y la sabiduría de los años me han enseñado a valorar también ese cansancio.
Si estoy cansado a la hora del reposo es porque he realizado algo en ese día, si he realizado algo, es que he podido hacerlo más allá de mis limitaciones, es menester dar gracias a Dios por ello, lamentarse por el cansancio o algún dolor sería no aceptar que he vivido muchos años.

He aprendido también que el paso de los años debe predisponerme a usar más la mente que la fuerza, así realizar lo mismo con menos esfuerzo y menor riego, y ser feliz con lo realizado.
He aprendido lo hermoso que es cuidar y podar los árboles, florales y frutales y recoger de ellos los frutos, - antes me era fácil trepar a sus ramas-, hoy he adquirido una escalera y ella me permite llegar a las ramas más altas, las otras, las de mayor altura allí están, a ellas las poda el tiempo.

Que bueno es el paso de los años, pero mucho mejor fue comprender cuando la suma de los años me enseñó que ya estoy viejo, lo cual no quiere decir inútil, más sino que he podido adquirir sabiduría si he aceptado mi vejez con dignidad, y doy por ello a Dios las gracias.

A aquel joven que un día fui.                                                               

07/11/2007