Guerras que deshumanizan
P. Fernando Pascual
12-10-2024
Entre los muchos absurdos de
las guerras, uno merece una continua atención: el hecho de que haya soldados
que “deshumanizan” a los soldados enemigos.
¿Cuándo ocurre esto? Cuando
miles de soldados empiezan a ver a los soldados del otro bando como malos, como
merecedores de la muerte, como menos dignos de vivir.
El fenómeno ha sido analizado
de diversas maneras, pero sorprende cómo sigue presente en nuestro mundo
moderno, que tanto presume de haber defendido la libertad y la dignidad humana.
El fenómeno puede tener
diversas causas y explicaciones más o menos elaboradas. Pero no puede olvidarse
que muchos soldados ven a los enemigos como deshumanizados por culpa de quienes
provocan las guerras.
Un soldado es un ser humano
como cualquier otro, con sus simpatías y antipatías, con su cultura y sus
relaciones sociales, con su capacidad de amar y de odiar.
Ese soldado, en tiempo de paz,
puede ser un ciudadano cualquiera. Seguramente, cuando se encuentra con el
ciudadano del país vecino, lo verá con mayor o menor simpatía, pero seguramente
con un mínimo de respeto.
Cuando inicia una guerra entre
los países donde vivían esos soldados, empieza a crecer en sus mentes un
extraño mecanismo que los lleva a ver como despreciable
al que antes quizá habían mirado con simpatía y respeto.
No debería haber guerras. Pero el hecho de que inicien no otorga un
permiso para que miles de soldados empiecen a despreciar a otros miles de
soldados simplemente porque llevan un uniforme diferente y porque defienden
otra bandera.
Todo buen gobernante busca el bien común y desea elevar entre la gente
el amor por la justicia y la paz. Por lo mismo, todo buen gobernante debe
trabajar contra la guerra y, si esta iniciase, debe buscar detenerla lo más
pronto posible.
Sobre todo, un buen gobernante debe inculcar entre sus soldados la
idea de que nunca pueden etiquetar al “adversario” como si tuviera menos
dignidad, como si fuera menos humano.
Porque, hay que recordarlo siempre, cuando un ser humano llamado a
filas llega a deshumanizar a otros seres humanos, en el fondo él mismo se
degrada en su nivel ético y, por lo mismo, hiere su propia dignidad humana.
Al revés, cada vez que un soldado, como ha ocurrido pocas veces (ojalá
fuesen muchas más), desobedece órdenes absurdas y ayuda con respeto al enemigo
necesitado, muestra que su corazón respeta la dignidad del adversario y, sobre
todo, posee esa grandeza de alma con la que realiza gestos auténticamente
humanos.