La angustia de un monje joven
P. Fernando Pascual
16-9-2024
La reunión había sido larga,
sincera, y no faltaron debates y tensiones.
Uno defendía la importancia de
ampliar la sala para el capítulo. Otro pedía mejorar el sistema de conexión
para los teléfonos. Otro se quejaba de la cena de los domingos. Otro pedía
vidrieras nuevas para la capilla del noviciado.
Un monje joven escuchaba con
atención. Detrás de las diferentes propuestas había deseos de mejora, a veces
asuntos acumulados desde hacía mucho tiempo.
Pero percibía que su corazón
no sintonizaba con algunas aportaciones. Tomó un papel y un bolígrafo y
escribió unas notas para el padre abad.
“Padre, perdone si le abro así
mi corazón. Sé que estas líneas expresan básicamente lo que pienso y siento.
Quizá haya algún otro padre o hermano que piense como yo.
Hubo varios momentos en los
que internamente reaccionaba ante algunas propuestas, incluso con angustia. ¿Es
que olvidamos el mundo que nos rodea? ¿Es que vinimos al monasterio para tener
comodidad o evitarnos problemas?
Recordé cómo tantos cristianos
mueren en persecuciones arbitrarias aquí y allá. Recordé seminarios pobres que
no tienen ni para pagar la luz y que comen lo básico. Recordé a los jóvenes que
van al frente en una guerra absurda.
Recordé, sobre todo, a
ancianos, enfermos, pobres, que esperan compañía, además de una ayuda material
que incluya medicinas, alimentos, y otros bienes básicos.
Nosotros podemos prescindir de
una nueva vidriera, o de una mejor conexión a Internet, o de un aumento de
tamaño en la sala capitular.
¿Por qué no pensamos más en
las personas que sufren en su cuerpo, a las que podríamos ayudar renunciando a
algunos de los proyectos que hoy se discutieron?
Sobre todo, pensé en tantas
almas que esperan consuelo en sus penas interiores, esperanza ante sus
dificultades, misericordia para salir del pecado, consejos de auténticos padres
espirituales.
Salí de la reunión algo
triste. Sé que yo mismo podría hacer mucho más por otras personas, pero si la
comunidad tuviese otras prioridades, seguramente encontraría en ella un buen
apoyo para salir de mí mismo y vivir a fondo el Evangelio.
Perdone que le abra mi corazón
con este mensaje. No soy nadie para reprochar a otros. Dios sabe que caigo
muchas veces en el pecado, y que con frecuencia pienso más en mi bienestar que
en Dios a quien teóricamente me he consagrado.
Simplemente quería
manifestarle mi angustia interior. Le pido una oración para que me lance a ser
un buen apóstol de Jesucristo, para que no me ahogue en un mundo pequeño y
egoísta, y para que cada día dé lo mejor de mí mismo en la tarea de llevar la
misericordia de Dios a mis hermanos”.