Prevenir dependencias
P. Fernando Pascual
4-9-2024
Cuando nos encontramos ante
una persona, sobre todo un joven, hundido completamente en la dependencia de la
droga o del alcohol, surge la pregunta: ¿se pudo haber evitado que llegase
allí?
La pregunta se mueve en varios
niveles. Uno, el de la familia y los educadores. ¿Cómo vivió esa persona en
casa? ¿Qué influjos recibió? ¿Qué modelos encontró a su lado?
Otro, el nivel personal: ¿qué
decisiones libres y autónomas tomó esa persona hasta llevarla a donde se
encuentra? En ocasiones, pensamos que tal vez sus decisiones no fueron libres,
sino inconscientes o muy superficiales.
El resultado de una historia
está ahí: una persona destrozada, sin voluntad, con daños cerebrales, quizá con
otras enfermedades surgidas como consecuencia del abuso de drogas y de alcohol.
La trayectoria del pasado es
inmodificable. Lo ocurrido queda fijo, como toda historia personal. Ahora toca
ayudar, en la medida de lo posible, a esa persona destruida internamente.
Pero causa dolor pensar que
todo se podría haber evitado con un buen acompañamiento, con una familia donde
reinase el amor y los buenos principios, con maestros y compañeros que
invitasen a actividades sanas, con decisiones bien tomadas.
Por eso, ante los miles y
miles de casos de hombres y mujeres destruidos por dependencias de todo tipo,
surge el deseo de promover medidas concretas que aparten a niños y adolescentes
de aquellos comportamientos que pueden arruinar sus vidas.
Hay que buscar caminos
concretos para prevenir las dependencias. Se puede hacer mucho para orientar
hacia el bien a quienes empiezan la aventura de la vida.
Siempre quedará abierta la
puerta de una libertad misteriosa, con la que un joven puede renegar de lo que
le han enseñado para arrojarse a las pasiones más dañinas.
Pero una libertad bien
acompañada, con enseñanzas y, sobre todo, con ejemplos de vida auténticamente
buena, tendrá más recursos para evitar dependencias dañinas y para orientarse a
horizontes sanos que hacen bella la existencia humana.