La Iglesia, fábrica de
medicinas espirituales
P. Fernando Pascual
4-9-2024
Estamos enfermos. El pecado
nos hiere continuamente. Sentimos la fuerza de las pasiones. El mundo amenaza
con arrastrarnos una y otra vez.
Necesitamos una medicina poderosa
para ser curados del mal y para recibir fortaleza que nos ayude a correr en el
camino del bien.
En la lucha espiritual
contamos con una “fábrica de medicinas espirituales”, nuestra madre la Iglesia
católica.
Fue san Juan Crisóstomo que
llamó a la Iglesia con esta expresión atrevida. Estas son sus palabras:
“Fábrica de medicinas
espirituales es la Iglesia, para que aquí curemos las heridas que allá afuera
recibimos; pero no para que de aquí salgamos a recibir nuevas heridas”.
Antes de ofrecer esta
definición, el santo obispo de Antioquía comentaba a sus oyentes por qué nos
acercamos a escuchar la Palabra de Dios: porque en ella encontramos un camino
de purificación interior. De nuevo leemos sus palabras:
“Para esto nos acercamos a
esta cátedra y trono de la sabiduría, para echar fuera esas otras inmundicias.
(...) Que lo oído acá nos sea más precioso que otra cosa cualquiera, porque
esto toca al alma, mientras que aquellas otras cosas atañen al cuerpo. O por
mejor decir, lo que aquí se explica, ayuda al alma y al cuerpo. (...) Aquí
aprendemos no solamente quiénes seremos allí en la vida futura y cómo
viviremos, sino también cómo hemos de vivir aquí”.
Juan Crisóstomo invitaba a sus
oyentes a escuchar al Espíritu Santo mientras comentaba el Evangelio según san
Juan. Solo con una buena atención, las palabras santas pueden convertirse en
verdadera medicina para el alma.
“Atendamos, pues, con gran
diligencia a este libro que se nos ha entregado por medio de la revelación. Si
desde el principio penetramos bien los comienzos y la materia, luego no
necesitaremos ya de mucho estudio. Si desde el principio nos imponemos un pequeño
trabajo, incluso luego podremos enseñar a otros, como lo hizo Pablo”.
Desde luego, la medicina
produce sus efectos cuando estamos bien dispuestos. Por eso san Juan Crisóstomo
añadía varios consejos:
“Si alguno en su campo tiene
espinas, póngales fuego, el fuego del Espíritu Santo. Si alguno tiene corazón
duro y contumaz, con ese mismo fuego ablándelo y vuélvalo tratable. Si alguno
es acometido en su camino por una multitud de pensamientos, entre a su interior
y no dé oídos a esos que quieren introducirse para la rapiña. Todo para que
podamos ver frondosas vuestras sementeras. Si así cuidamos de nosotros mismos,
si con gran empeño atendemos a la exhortación espiritual, poco a poco, si no se
puede de un golpe, nos veremos libres de todas las cosas del siglo”.
Encontramos en la Iglesia, que
ha recibido el gran regalo de la Revelación, una auténtica fábrica de medicinas
espirituales. Por eso acudimos a ella para escuchar la Palabra, para recibir
los Sacramentos, para dejar que la gracia y el amor que Cristo nos ofrece
entren en nuestros corazones y nos permitan ya ahora vivir la verdadera alegría
del Evangelio.
(Los pasajes aquí reproducidos
se encuentran en san Juan Crisóstomo, Homilía 1 (o 2), de sus Homilías
sobre el Evangelio de San Juan).