Conservadores rigoristas e incorformistas tolerantes
P. Fernando Pascual
24-5-2024
Existe una idea extendida en
muchos ambientes y reflejada en la literatura, el teatro y el cine: los
conservadores serían rigoristas, despiadados, inhumanos, mientras que los
rebeldes e inconformistas serían abiertos, tolerantes, compasivos, buenos.
Entre los miles de ejemplos
que se usan sobre el tema, pensemos en dos escenas. La primera: unos padres
conservadores, apegados a la moral clásica, descubren cómo un hijo o una hija
se drogan, incluso en su mismo hogar.
Su reacción (según la idea de
que los conservadores serían rigoristas) se caracterizaría por su dureza:
reproches, desprecio, incluso expulsión de casa. Esos padres ven al hijo o a la
hija como un fracaso, como una deshonra, como un pecador.
La segunda escena: unos padres
modernos e inconformistas ante el mundo burgués y negativo, descubren que el
hijo o la hija se droga, y le ofrecen en seguida apoyo, comprensión, consejos,
y un acompañamiento respetuoso. Incluso aceptan el hecho como si no fuera tan
negativo, con una actitud tolerante y empática.
Las dos escenas simplifican
las situaciones, pues en cada familia las reacciones dependen de factores que
van más allá de las etiquetas “conservadores” o “revolucionarios”, “anticuados”
o “modernos”.
Pero a través de ellas algunos
creen comprender y describir correctamente dos actitudes opuestas, la primera
vista como negativa por un exceso de rigorismo casi fariseo, y la segunda
considerada positiva, abierta a diferentes sensibilidades.
En realidad, el mundo no es
tan blanco y negro como algunos imaginan. Porque existen “rigoristas” y
conservadores que defienden las normas con pasión y saben, al mismo tiempo,
tener actitudes empáticas y comprensivas ante quienes incurren en algún error o
pecado, sin desprecios humillantes.
Al mismo tiempo, existen
inconformistas y rebeldes que reaccionan con una dureza inusitada contra
quienes piensan de otra manera, incluso con violencia, como se nota en
manifestaciones que supuestamente defienden a los marginados al mismo tiempo
que usan formas de violencia arbitraria contra inocentes que simplemente
pasaban por ahí.
A pesar de los errores
presentes en esa simplificación, como en tantas otras, en la misma se encierra
una idea valiosa: subrayar la importancia y la belleza de la comprensión y
empatía hacia cualquiera que pueda incurrir en defectos o pecados de diverso tipo,
gusten o no gusten, estén o no estén de acuerdo con las ideas personales que
podamos tener.
En grupos y sociedades
polarizadas, donde unos reprochan duramente a otros simplemente por tener ideas
diferentes, hace falta promover la escucha y el sano debate, que permita
identificar lo que sea válido en cada propuesta, y lo que pueda tener de equivocado.
Al mismo tiempo, urge promover
actitudes de cercanía y escucha hacia quienes puedan haber cometido acciones
equivocadas o incluso haber adquirido vicios más o menos arraigados, para que
experimenten la belleza de ser acogidos y ayudados simplemente por ser parte de
la gran familia humana.
De este modo, no daremos un
papel excesivo al hecho de ser conservador o inconformista, sino que
buscaremos, por encima de etiquetas arbitrarias, promover y alabar a quienes
saben tender la mano a toda persona que necesite comprensión en las diferentes
situaciones de su vida.