Voluntad y gracia

P. Fernando Pascual

1-7-2024

 

Al hablar sobre las negaciones de Pedro, san Juan Crisóstomo ofrece una interesante reflexión sobre la necesidad de que voluntad y gracia cooperen en el camino de la vida cristiana.

 

En primer lugar, Crisóstomo indica que no basta la voluntad humana para vivir fieles a Cristo. San Pedro creía que, con sus fuerzas, podría seguir al Maestro incluso hasta la cruz.

 

Cristo le advirtió sobre sus negaciones, pero Pedro confiaba tanto en sí mismo, que rechazó las palabras de Jesús. El resultado lo conocemos: en pocos minutos había negado tres veces a su Maestro...

 

La voluntad necesita la ayuda de la gracia. Pero esa ayuda no es eficaz, como añade san Juan Crisóstomo, si falta la voluntad humana.

 

Para ilustrar con más fuerza esa idea, se comparan los casos de Judas y de Pedro. Judas recibió un sinfín de gracias y advertencias de Cristo, pero su voluntad ya había optado por el mal.

 

Pedro, en cambio, tuvo que experimentar cómo no bastaba su buena voluntad y su fervor para vencer la prueba. Sucumbió por confiar en sí mismo y no apoyarse en la ayuda de Dios.

 

Al comparar estas dos historias, Crisóstomo señala que toda virtud surge desde la combinación entre gracia y voluntad. Luego añade esta hermosa exhortación:

 

“De ahí que yo os exhorto a que ni se lo dejéis todo a Dios y os echéis vosotros a dormir; ni, porque seáis fervorosos, penséis que por vuestro propio esfuerzo lo vais a conseguir todo. Dios no quiere ni que nos tumbemos y por eso no lo hace Él todo, ni que seamos arrogantes y por eso tampoco nos lo deja a nosotros todo. De cada parte quita lo que nos daña y solo nos deja lo que nos aprovecha”.

 

Puede parecer sorprendente este modo de proceder de Dios. Pero expresa, en el fondo, uno de los más grandes misterios de la vida cristiana: la conjunción entre la acción de Dios y la libertad (y voluntad) del hombre.

 

San Agustín expresó bellamente la misma idea: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. También la sabiduría popular ofrece una fórmula parecida: “A Dios rogando y con el mazo dando”.

 

A nosotros nos toca poner nuestra parte. La parte más importante viene de Dios, que con su gracia inicia en nosotros, y lleva a su plenitud, su maravilloso plan de salvación, siempre que colaboremos con una voluntad firme y enamorada.

 

(Las ideas de san Juan Crisóstomo están tomadas de la Homilía 82 de las Homilías de San Juan Crisóstomo sobre el Evangelio según san Mateo).