Cuando Sócrates habla sobre la
justicia
P. Fernando Pascual
1-7-2024
Toda la República de
Platón está dedicada al tema de la justicia. Si fijamos ahora la atención en el
libro primero, encontramos una serie de argumentos que conservan una actualidad
sorprendente.
El texto procede a través de
preguntas y respuestas. Los protagonistas del libro primero son Sócrates y tres
interlocutores: el anciano Céfalo, su hijo Polemarco, y el impetuoso Trasímaco.
Desde el inicio, Sócrates abre
el horizonte a la pregunta sobre la utilidad o los beneficios que pudiera traer
la justicia. ¿Ayuda al médico a curar a los enfermos? ¿Ayuda al capitán de un
navío a llegar sano y salvo al puerto?
Esa pregunta muestra un primer
tema de interés: qué beneficios puede ofrecer la justicia a quienes optan por
ella. En cierto sentido, el resto de la República busca precisamente
responder a esta pregunta.
Otro horizonte se refiere a
cómo definir la justicia: ¿se trata de dar a cada uno lo suyo? ¿O de hacer el
bien a los amigos y el mal a los enemigos? ¿O de la imposición del más fuerte
sobre el más débil?
Sin entrar en cada una de esas
posibles definiciones, analizadas por Sócrates a través de sus preguntas, se
hace evidente que no todos ven la justicia de la misma manera, lo cual tiene
consecuencias importantes también en nuestros días.
Un tercer horizonte se refiere
a los contextos o circunstancias que rodean cualquier acción humana. Por
ejemplo, si definimos la justicia como dar a cada uno lo que le pertenece, ¿eso
se aplicaría cuando el propietario de un cuchillo nos lo pida si manifiesta
signos claros de locura o de ira descontrolada?
El ejemplo del cuchillo
permite reconocer la importancia que tiene, en la búsqueda de la justicia,
prestar atención a la oportunidad, a aspectos concretos sobre las personas
implicadas (con sus cambios de actitud e incluso de ideas) y a otras
circunstancias que rodean cualquier decisión concreta que se ponga en práctica.
Otro ámbito a tener en cuenta
se refiere al famoso problema de saber distinguir entre lo que sea bueno y lo
que sea malo, que se aplica también a identificar si este “amigo” sea realmente
amigo, o si estamos ante un potencial enemigo escondido bajo apariencias de
simpatía.
Ese problema resulta clave no
solo para el tema de la justicia, sino para un sinfín de situaciones humanas en
las que tenemos que decidir entre comprar un producto u otro, ir por una
carretera o por otra, seguir una terapia o esperar.
Aristóteles hizo suyo el
problema al mostrar cómo muchos escogen algo con la idea de que sería bueno
(beneficioso) cuando en realidad se equivocan, y luego tienen que sufrir las
consecuencias de su error.
Un último ámbito u horizonte
se refiere a lo que busca un gobernante cuando establece leyes y mandatos.
¿Desea solo beneficiarse a sí mismo? ¿Busca el bien del “pueblo”?
Aquí Sócrates, que discute con
el fogoso Trasímaco, hace ver que un buen gobernante
(es decir, un gobernante realmente justo) solo buscaría el bien de los “súbditos”,
pues si logra mejorarlos logrará un verdadero beneficio también para sí mismo.
Se podrían entresacar otros
aspectos discutidos a lo largo del primer libro de la República. Los
aquí esbozados conservan una sorprendente actualidad, por un motivo que toca de
lleno la vida social: el deseo de encontrar en las leyes y en los gobernantes
ayudas eficaces para promover el bien común y relaciones humanas sanas, con la
ayuda de una correcta manera de entender lo que sea la justicia.