Mensajes y contramensajes
P. Fernando Pascual
24-6-2024
Llega un mensaje urgente:
cientos de personas han sido quemadas vivas en tal país. Aparece una foto con
decenas de cuerpos calcinados en el suelo.
Llega un segundo mensaje,
también urgente: es falso que hayan sido quemadas vivas tantas personas en tal
lugar, y la foto que acompaña la “noticia” pertenece a un incendio ocurrido
hace muchos años.
Surge la pregunta: ¿a quién
damos crédito, al mensaje o al contramensaje? Para
responder, podemos elaborar algunas reflexiones ante este tipo de
divulgaciones.
El primer mensaje nos llegó
porque algún conocido había pensado que era verdad, y que era urgente
difundirlo.
El segundo mensaje también nos
llegó porque alguien lo había recibido y consideró útil reenviarlo para evitar
que algunos fueran engañados por una noticia falsa (“fake”).
La llegada de mensajes y de contramensajes se explica, entre otros motivos, porque hay
quienes creen en la verdad de los primeros, y porque otros creen en la verdad
de los segundos.
Desde luego, el que elabora y
comienza a enviar, por vez primera, un mensaje, seguramente busca difundir algo
serio o avisar de un engaño; pero también puede tener un deseo negativo que le
lleva a engañar, o a manipular a otros.
Por su parte, quienes reciben
mensajes y contramensajes pueden dudar de si los
primeros sean los verdaderos y los segundos falsos, o al revés.
Cuando nos llegan
informaciones contradictorias, ¿a cuáles damos crédito? A veces a las primeras
(mientras no nos lleguen las segundas). A veces, a las segundas, cuando
aparecen en nuestros correos. A veces, a ninguna de las dos: hay que seguir
investigando.
En el mundo giran y giran “noticias”
y mensajes “noticiosos” con una rapidez nunca imaginada en el pasado. Es cierto
que en el mundo antiguo se difundían mensajes y contramensajes,
pero nunca con la velocidad y la amplísima divulgación que constatamos en
nuestros días.
Para evitar que una mentira se
difunda, o para frenar un contramensaje falso que
busca anular y frenar una información verdadera, conviene detenernos unos
momentos cuando nos llega un mensaje “urgente”: ¿creo en él? ¿Lo reenvío?
Si tengo sospechas de que
puede ser falso, empiezo a investigar. En ocasiones encontramos fácilmente
páginas que desmienten noticias, aunque puede surgir la sospecha de que algunas
de esas páginas pudieran ser falsas...
Llega un mensaje de una
noticia alarmante. No la voy a reenviar. Con calma veo su contenido, me fijo en
la fecha (mensajes sin fecha ya dan mala espina), en la firma, en las fuentes
de apoyo.
Controlo otras informaciones.
Busco en Internet. Veo si hay desmentidos serios de la información recibida.
Espero, si lo veo oportuno, antes de reenviar un mensaje o un contramensaje.
Vale la pena, en asuntos
importantes, actuar con prudencia. No podemos, como enseñaba Sócrates, ni
divulgar la mentira, ni ocultar la verdad. Lo que sí podemos, cuando nos llega
un nuevo mensaje, es abrirnos al deseo de investigar seriamente aquellos temas
sobre los que vale la pena acceder a informaciones bien fundamentadas.