Reformas reversibles
P. Fernando Pascual
19-6-2024
En ocasiones se escuchan
frases como las siguientes: “estas reformas son irreversibles”; “no existe
marcha atrás”; “de ahora en adelante solo se procederá según los cauces de las
nuevas resoluciones”.
Las frases suponen que, una
vez puesta en marcha una reforma, un cambio, sería imposible volver atrás,
precisamente porque se cree que la historia “avanza” en una dirección que no
permitiría, en el futuro, volver a estructuras y propuestas del pasado.
Las frases, sin embargo,
incurren en dos errores importantes. El primero: considerar que, una vez que se
toma una decisión hacia un cambio concreto, no sería posible anularla para
rescatar algo de lo que se hacía antes. El segundo error, más sutil: creer que
los cambios implementados serían mejoras, y nadie desearía volver a lo que ha
sido declarado como peor.
La realidad es que sí es
posible revertir los cambios. Basta con pensar cómo un gobierno aprueba un
límite de velocidad, y tiempo después, ese mismo gobierno, u otro, vuelve a
establecer el límite de velocidad que existía antes.
Respecto al segundo error, que
en parte aspira a sostener (sin fundamento) el primer error, basta con
reconocer cuántas reformas y cambios no llevaron a mejoras, sino que incluso
empeoraron la situación de la gente.
Por lo mismo, frases del tipo “no
hay vuelta atrás, estos cambios son irreversibles” son simplemente falsas,
además de que suelen surgir de un espíritu propagandístico que considera lo que
se hace ahora como un progreso irrenunciable.
La humildad y la apertura a
los hechos evitan afirmaciones triunfalistas y vanas sobre lo irreversible de
ciertos cambios. La inteligencia humana, a pesar de todos sus límites, puede
reconocer cuándo una reforma ha empeorado las cosas por haber rechazado un modo
de actuar del pasado que era útil y que, por lo tanto, podría seguir
aplicándose en nuestros días.
Si comprendemos esto, la
voluntad, abierta a la búsqueda de lo que sea bueno y verdadero, tomará
decisiones que anulen reformas equivocadas, y rescatará normas “antiguas” que
conservan su validez, porque se ajustan mejor a las necesidades de la gente y
al ideal de justicia que debe inspirar toda decisión humana a la hora de
establecer reformas siempre reversibles.