Aprender a orar
P. Fernando Pascual
30-5-2024
Como ha sido dicho varias
veces, siempre somos aprendices en la oración. Por eso, tenemos que aprender a
orar.
Alguno puede pensar que ya
sabe hacerlo, porque ha leído mucho y tiene su “diploma de oración”.
Otro puede pensar que no está
hecho para orar, que le resulta algo imposible después de muchos intentos sin
resultados “visibles”.
Quien piensa que ya sabe,
quizá es que no ha pasado por esas etapas de purificación en las que uno
descubre, con sorpresa, que apenas está empezando a rezar.
Quien supone que la oración no
sería para él, la anhela y la necesita desde lo más hondo de su corazón, aunque
parezca resignado a no rezar plenamente.
Por eso todos, jóvenes o
adultos, con más o menos estudios, siempre necesitamos ir a la escuela de los
humildes: la que nos enseña a orar.
Nadie está excluido, ni hay
que pagar por la “matrícula” de ingreso, ni se exigen estudios previos.
Basta que el corazón
experimente un hambre sincera de Dios y de su misericordia para que podamos
empezar el estudio más importante: el que nos permite orar.
El Maestro será siempre
Cristo. Por eso, como los discípulos, también nosotros le decimos: “Señor,
enséñanos a orar...” (Lc 11,1). Recibiremos
entonces la enseñanza de su oración al Padre, y diremos: “Padre nuestro...”
Luego, nos guiará paso a paso
en los diferentes momentos de la oración, y nos regalará su Espíritu, que
rezará en nosotros y con nosotros.
En la escuela de la oración
será muy útil leer a grandes maestros espirituales del ayer y de nuestros días,
como san Pedro de Alcántara, santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, san
Francisco de Sales, santa Teresa de Lisieux.
Pero lo más importante será
siempre mantenerse en actitud humilde y de escucha, para que Jesús, Hijo del
Padre e Hijo de María, nos conduzca suavemente en el camino que nos permita,
cada día, aprender de nuevo a orar...