Cuando orar se hace cuesta
arriba
P. Fernando Pascual
10-4-2024
El padre abad había
experimentado momentos de desaliento y cierta desgana cuando iba a rezar.
Imaginaba que había un muro interior que lo separaba de Dios.
Fue a la capilla y empezó a hablar
con Cristo Eucaristía.
“Señor, te saludo en este día
que me concedes. Vengo con mi corazón distraído. Tengo que decirte que orar se
me ha hecho cuesta arriba.
Ayer me pregunté si realmente
hablo contigo o con una idea más o menos confusa que tengo sobre ti.
Me siento extraño en la
oración. Cuando hablo, cuando leo, cuando voy al huerto, cuando hago trabajos
de carpintería, me siento mejor, como si yo llevase las riendas de mi vida.
En cambio, cuando voy a la
oración, experimento como si forzase mi mente y mi corazón para encontrarme con
Alguien lejano, que no toca realmente mi vida ordinaria.
Me da pena decirte esto, pero
es lo que experimento: un muro interior, un alejamiento interno de ti, una
tristeza que no es sana.
Siento algo de envidia hacia
aquellos santos, y tantas personas de todas las edades y situaciones, que
parecen orar con alegría, sin dificultades, como quienes hablan con una persona
de verdad.
Sabes que llevo muchos años en
este camino espiritual. Por eso me sorprende reconocer que estoy casi en
pañales en mi vida de oración.
Me gustaría estar contigo como
Alguien vivo, cercano, amigo, que me escucha y que me habla, que me tiene
paciencia y que atiende mis peticiones y mis quejas.
Seguramente, ahora que termine
esta oración (si puedo llamarla así) volveré a ser el de siempre: preocupado
por lo inmediato, impresionado por tantas noticias trágicas, consolado al
encontrarme con quien me ofrezca cariño y cercanía.
Te pido disculpas si ahora te
hablo así, desde esa sequedad que me hace difícil estar contigo. Al menos hemos
estado juntos, aunque no sé si yo estuve de verdad contigo, ni puedo asegurar
que te percibí a mi lado.
Antes de irme, déjame pedirte,
mi Dios y mi Señor, como un mendigo que no tiene nada, pero que espera la llegada
de esos dones que Tú das a quienes amas: consuelo, misericordia, paz, esperanza
y, sobre todo, intimidad de amigo...”